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El tanto por ciento
Ver vida y obra de Adelardo López de Ayala

(Fragmento)
ROBERTO .- (¡Hoy cuánta envidia provoco
con mi fortuna sin tasa!)
Señores…
PABLO.- (Si esto que pasa
no es infame, yo estoy loco.)
ROBERTO).- Al mirarnos juntos… creo
que en las Provincias estamos.
Casi, casi nos hallamos
los mismos. Sólo no veo
a Andresito: el pobre mozo
ni ha venido ni vendrá,
porque a estas horas está
durmiendo en un calabozo.
PETRA.- ¿Preso Andrés?
ROBERTO.- Y ha de tardar
en salir, según recelo.
PETRA.- iPreso! ¿Será por un duelo?
ROBERTO.- Por delito más vulgar.
Cuestión de ochavos.
PETRA.- ¡Oh!
ROBERTO.- Sí.
Si ya se hallaba arruinado,
bien lo prueba el atentado
que juntos nos tiene aquí.
Una noche esta señora
(Todos le escuchan con gran interés)
pasó en el cuarto de Petra:
lo sabe Andrés, y penetra
en su aposento a deshora:
y aunque lo urdió de manera
que otra cosa parecía,
sólo su infame osadía
tuvo allí por compañera.
Señores, y es lo peor
que lo hizo con el intento
de obligarla al casamiento
por medio del deshonor.
(Movimiento de indignación en el corro.)
Queriendo que por su cuenta
trabaje yo como amigo,
de la suerte que lo digo
en esta carta lo cuenta.
CONDESA.- Vivirás en calma,
si llegas a comprender
que ese afán de enriquecer
el cuerpo a costa del alma,
es universal veneno
de la conciencia del hombre,
que nos tapa, con el nombre
de negocio, tanto cieno…
Codicia que nunca está
saciada, y siempre anhelante;
si en el hombre es repugnante,
en la mujer, ¿qué será?
Y hay negocios, sí, por Dios,
muy justos; no los igualo
todos. ¿Verdad que no es malo
el que hemos hecho los dos?
Ya eres rico.
PABLO.- Ya no quiero…
CONDESA.- Pues yo me alegro en verdad;
que a quien tiene caridad,
jamás le estorba el dinero.
PABLO.- Yo de gastarlo respondo,
mi bien, mirándome en ti.
CONDESA.- ¡Ay, Pablo mío! ¡Éste sí
que es un negocio redondo!
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