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Almendralejo, 1808 – Madrid, 1842. “Con diez cañones por banda, viento en popa a toda vela…”. La mayoría de los lectores sabrían decirnos de qué poema se trata e incluso recitarlo de memoria. Pues sí, es la Canción del pirata, una de las obras más conocidas del escritor extremeño José de Espronceda, uno los máximos representantes del primer Romanticismo en España.

José de Espronceda y Delgado nació en la ciudad de Almendralejo el 25 de marzo de 1808, hijo de un sargento mayor del regimiento de caballería de Borbón, Juan José Camilo de Espronceda, y de María del Carmen Delgado. La familia se desplazaba a Badajoz cuando nuestro autor llegó al mundo. Podemos decir, pues, que sea vecino de Almendralejo es totalmente fortuito.
No solo el padre tenía relación directa con el ejército. El abuelo paterno también fue militar, llegó hasta teniente. Por parte materna también tenía parientes militares e incluso eclesiásticos, como Juan José Bonel y Orbe, su tío, que fue arzobispo, cardenal y vicepresidente del Senado. La familia era de clase media, pero acomodada.
Formación y rebeldía
En su infancia, el chico fue testigo de varios acontecimientos históricos: los seis años de guerra de Napoleón o la Constitución de Cádiz de 1812. La familia se trasladó a Madrid a los 12 años de Espronceda, que rechazó emprender la carrera militar como era tradición familiar. Estudió en el colegio San Mateo de Madrid, fundado por el poeta prerromántico Alberto Lista.
Su formación liberal le llevó a formar a sus 15 años, junto a unos compañeros, la sociedad secreta anti absolutista de “los Numantinos”. En 1823, con los Cien Mil Hijos de San Luis, se invadió España desde Francia y se restituyó el Absolutismo. Muchos políticos fueron desterrados y varios centros educativos y culturales, como el colegio San Mateo, fue clausurado.
Siguió su formación en la Academia Mirto, también de Lista, y allí empezó a escribir. Dos años más tarde fue denunciado por haber fundado la sociedad “los Numantinos”, y a los 17 años sufrió su primer destierro, siendo expulsado de Madrid. Se le encerró en el convento de los Franciscanos de Guadalajara, donde escribió su primera gran obra conocida: El Pelayo.
Camino en el exilio
En 1827 se embarcó de Gibraltar hacia Portugal, como otros escritores como Adelardo López de Ayala, donde fue detenido por su activismo y expulsado del país luso. Fue exiliado a Londres, y allí empezaría una ruta larga por varias ciudades europeas. En 1829 pasó por Bruselas y París, donde fue tuvo varios contactos con liberales e incluso formó parte de las tropas para derrocar a Fernando VII desde el sur de Francia.
Ya en 1833, con la muerte del rey, volvió a Madrid. Desde allí, José de Espronceda, un reconocido apasionado de los juegos del casino, fue junto a otros autores de la época como Ventura de la Vega, el Marqués de Salamanca o el conde de Malladas, uno de los artífices del impulso cultural que recibió el Casino de Madrid, fundado en 1836.
Aunque seguía escribiendo, intentó la carrera política como diputado por Almería y Granada, pero no fue elegido. Entonces, centrándose en su obra, hizo una gran cantidad de las odas y poemas que conocemos hoy en día como A la patria, la Canción del pirata, El mendigo, El reo de la muerte o El verdugo.
Espronceda fue designado secretario de Legación de España en los Países Bajos en 1841, en la ciudad de La Haya, donde estuvo hasta 1842 cuando fue elegido diputado por fin. Apenas puedo estar dos meses en el parlamento, pues murió repentinamente el 23 de mayo de 1842 con 34 años de una afección respiratoria.
Referente del romanticismo
José de Espronceda fue claramente influenciado por su maestro, el poeta sevillano Alberto Lista. Combinó la poesía, como en El Pelayo, con novela histórica (Sancho Saldaña o el castellano de Cuéllar), pero también con el teatro, como El pastor Clasiquino, una cómica burla del neoclasicismo.
Se le considera el poeta romántico español por excelencia, con detalles del romanticismo inglés y una poesía ideológicamente liberal. Ha pasado a la posteridad por una serie de poemas recogidos bajo la obra Canciones, donde se inspira en antihéroes o personajes marginados, algo que no se había hecho nunca hasta la fecha. Su obra sigue siendo lección obligatoria de la literatura española.