El Romanticismo es un movimiento cultural, artístico y político-social tan trascendental para la vida europea que aún están vigentes sus principios de libertad, individualismo, democracia y nacionalismo. La subjetividad pone al individuo, la obra de arte y los sentimientos por encima de la sociedad. El genio y la originalidad son los grandes valores artísticos.
El Romanticismo surgió por oposición al Neoclasicismo, en Alemania e Inglaterra a finales del siglo XVIII, y sólo tardíamente llegó a España y a Francia cuando ya en aquellos países estaba casi terminado. Entre las grandes figuras del Romanticismo europeo destacan la del alemán Goethe (muere en 1832) con su novela Werther (1774) y el inglés Byron, prototipo del romántico rebelde y satánico; que publica en 1824 su obra Don Juan.
El Romanticismo se caracteriza por un espíritu rompedor, tanto en la sociedad (sus atuendos, su poco respeto por algunas normas sociales, causaron grandes escándalos) como en el arte; en la literatura, por ejemplo, se negaron a aceptar las reglas clásicas que habían estado en vigor durante todo el siglo XVIII, y según las cuales no se podían mezclar los géneros, ni la prosa y el verso ni lo trágico y lo cómico. En sus obras, en mayor o menor medida, se mezclan todos estos elementos. Propugnan la importancia del sentimiento frente a la razón del Neoclasicismo. Las obras son subjetivas y sirven al autor para expresar sus propios sentimientos y emociones. Para ello muchas veces se sirven del paisaje, que adquiere un carácter simbólico en función de los estados de ánimo: tormentas, naufragios, lugares agrestes y sepulcrales.
Políticamente el siglo XIX se caracteriza en España por la alternancia en el poder de partidos conservadores y partidos moderados, pero hasta 1833 reina de modo absolutista Fernando VII; en ese momento triunfa la revolución y entra el Romanticismo asociado a la libertad política.
Debido al régimen absolutista no entran las ideas románticas en España hasta esa fecha tan tardía; paradójicamente, en otros países europeos se tomaba como modelo de nación romántica a España -así, en Alemania, se rendía homenaje al teatro español del Siglo de Oro, especialmente a Calderón de la Barca, y Don Quijote era considerado la personificación del alma humana insatisfecha, que busca siempre nuevos ideales.
Aunque hasta la fecha indicada no se publicaron obras románticas en España, desde 1817 las ideas fueron entrando a través de la prensa, sobre todo de Andalucía y Cataluña. En ellas se entablaron fuertes polémicas entre los defensores del Neoclasicismo y los partidarios del Romanticismo, aunque la polémica literaria y política siempre fue unida. Desde 1833 se empiezan a publicar las primeras obras románticas españolas, es decir, cuando regresan los exiliados de Inglaterra. Aquí el movimiento adquiere unas formas moderadas y eclécticas y, salvo excepciones, no presenta manifestaciones originales. Fue un período breve que no sobrepasó los años 50, excepto para José Zorrilla.
Curiosamente, para nosotros, el modelo del auténtico romanticismo español es el de dos grandes líricos que empiezan a publicar en fechas muy tardías, y a los cuales podemos calificar de postrománticos: Gustavo Adolfo Bécquer y Rosalía de Castro. Su poesía florece cuando el devenir literario estaba ya en pleno Realismo.
En Extremadura, como en el resto del país, no fue unitaria la estética del siglo XIX, sino multiforme. Hubo cruces de tendencias, estilos, y los géneros cultivados fueron de una gran variedad.
El siglo XIX es el de más rica variedad, por lo que se refiere a la poesía. Comienza con pervivencias neoclásicas (piénsese en Meléndez Valdés), continúa con la eclosión del Romanticismo y ve desfilar luego la moda costumbrista, el tardío impacto de la manera becqueriana, y los primeros brotes de la nueva sensibilidad que acabará por configurar el Modernismo, ya en pleno tránsito hacia el siglo XX.
A lo largo del siglo XIX, las letras extremeñas experimentaron un cambio orientado en principio hacia la libertad, el subjetivismo, el apasionamiento, el exotismo y el colorismo románticos, para derivar poco a poco hacia un realismo más en consonancia con la moral y el gusto burgués.
Nuestros poetas caminaron a compás de las constantes a que atendió la poesía nacional, aunque frecuentemente circularon con retraso respecto a ellas. El alejamiento de esta tierra de los centros de irradiación cultural propició seguramente este hecho, que ha repercutido negativamente en su valoración.
Suele aceptarse la fecha de 1840 como el momento clave en que triunfa la poesía romántica. Por entonces José de Espronceda empezaba a recoger en volumen sus composiciones y con él a la poesía romántica extremeña le cupo el honor de contar con una de las figuras eminentes del Romanticismo español. Pero no fue el tributo de Espronceda lo único que la región aportó a la implantación del Romanticismo; ya antes Meléndez Valdés había compartido la proclividad hacia lo sentimental y macabro. Incluso Bartolomé José Gallardo, conocido sobre todo por su pericia bibliófila, había presentado el triunfo del Romanticismo.
Junto a ellos, podemos citar otros nombres:Donoso Cortés con su Elegía a la duquesa de Frías y El Cerco de Zamora; Leandro Jiménez por su Fantasía, de una enorme fuerza romántica; Antonio Hurtado y, sobre todo, Carolina Coronado.
Aunque hacia 1850 el Romanticismo dejó de ser en todo el espacio nacional una tendencia militante, en Extremadura las formas románticas se prolongarían hasta final de siglo.
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